sábado, 17 de marzo de 2018

Sinfonías del Eria

Río Eria en las proximidades de su nacimiento. Foto/Luis Carnicero


Hace una semana nos leía su texto de forma emocionada, entendemos ahora por qué Luis escribe como escribe. Aquí queda su emotivo viaje por el Eria.

Sinfonías del Eria

Tus salidas «al río», en tu infancia en La Bañeza, eran dos.
Una, al noreste, cercana, la de la vega, de asombro y frutos: camino de los Arrotos. Hacia vuelos de pájaros y bálagos de flores. Hacia umbrías de pozos desde donde aún parecen venir reflejos de lo que amaste, primeras voces y agua desbordada. Hacia El Tuerto, al que siempre regresas.

Otra, al noroeste, lejana, la del pinar, de resina y mitos: camino del Monte Sagrado. Hacia arquitecturas humildes, leyendas y danzas. Hacia los pueblos de donde llegaban caminando, noches por medio, los cabreireses; su rostro, surcos, y sus palabras, cadencias. Hacia El Eria, al que has vuelto hoy.

Con esa claridad ardiente que desimanta las nieves, en la fría mañana, seguiste su curso aguas arriba, en pos de las cumbres. Atravesando la Valdería, dejando Castrocontrigo —entre molinos—, ya en Torneros comenzaste a sentir la humedad respirada.

Cerca del cementerio de Morla escuchaste, tras silencios de remansos oscuros, fraseos de celesta extendiéndose por los pinares heridos de Manzaneda y Quintanilla de Yuso. En Cunas, en lajas verdosas, cerca del puente, oíste roncos oboes prolongando sus ecos en raíces desnudas a la orilla aferradas. Pero, qué armonía inundaba arriba de Truchas, hacia Baíllo, cauces sonoros: Iruela, Truchillas, bajo timbales tocados por ramas de chopo. Qué cánticos parecían rodar del Teleno desperezando espumas dormidas. En Corporales, pasada la ermita, con qué veloces vibratos sonaban salterios en brezales rasgados, callando de pronto en humedales cristalinos salpicados de rojo, encendiéndose luego con picados de palos de lluvia en zonas rocosas. Y, en el Pontón del Arenal, qué notas de pianos azules se derramaban; qué telarañas de arpas ardiendo encantaban guijarros…

No era agua, sino música, la que viste bajar desde los manaderos del Surbial, desde las Rubias, el Mascariel…
Tú mismo, sobre lo blanco, mirando al sur, fuiste canto de sed, verbo de agua imaginando ir a desembocar -ay, presa negada- rebosando calma, a tu otro río, al Órbigo, donde aprendiste la Luz.

Sinfonías del Eria - LUIS CARNICERO/DIARIO DE LEÓN

miércoles, 7 de marzo de 2018

El Eria, un espacio lúdico

El río Eria cumple una importante función reguladora del entorno natural y climático. A su alrededor crecen los pastos y prosperan las tierras de labor, separadas siempre por un sotobosque que protege al río de la eutrofización, tanto por causa de los abonos como por los pesticidas utilizados por el hombre en su actividad cotidiana.

Pero más allá de esta función protectora y generadora de vida, el río Eria ofrece a los habitantes del valle numerosos recursos. Desde la antiguedad fue lugar de encuentro para las primeras poblaciones que se asentaron sobre sus llanuras en los periodos de estío, cuando las aguas dejaban llegar hasta el corazón de su cauce para realizar actividades cotidianas como la caza y la comida.

Barras y terrazas pedregosas de su cauce sirvieron de escenario para la caza y la vida de las primeras poblaciones que ocuparon el valle

El Eria también dio riqueza mineral gracias a la presencia de oro en sus aguas. Oro intensamente explotado a lo largo de todo su recorrido desde la Sierra del Teleno a las llanuras del Órbigo. 

Oro extraído del río Eria mediante la técnica de batea

Todavía hoy los aureanos, haciendo uso de las técnicas tradicionales de batea, encuentran el preciado metal, procedente de las estrellas más lejanas.



Los aureanos batean los fondos de los ríos para la extracción de oro

Durante mucho tiempo sus truchas han sido aliciente para centenares de amantes de la pesca y han aportado excelencia a la gastronomía leonesa.

Truchas recien pescadas a orillas del Eria, junto a Castrocontrigo
Otros hubieran sido los veranos de la infancia sin el Eria. Sus frías y cristalinas aguas han refrescado a generaciones enteras que, como cada año, se acercan en vacaciones a probar sus aguas y a disfrutar de la cultura que le rodea.

Durante los veranos se realizan actividades lúdicas en el entorno del río, como la cucaña, donde cada participante debe pasar por el mástil resbaladizo hasta alcanzar la bandera de su extremo y el merecido premio



domingo, 4 de marzo de 2018

Megaincendios y contaminación del Eria y su acuífero

Los incendios forestales producen un fuerte impacto en los entornos fluviales y los acuíferos. Los arrastres producidos tras las primeras lluvias que se suceden a un incendio condenan a los ríos a una pérdida de oxígeno que acaba con la vida de los organismos que viven en el.


El "chapapote" provocado por arrastres debidos al incendio que tuvo lugar en La Cabrera durante el verano de 2017


Las cenizas, cargadas de elementos tóxicos, como el mercurio, se acumulan en las aguas provocando daños en los seres vivos que las habitan. Este proceso de bioacumulación afecta a la cadena trófica, aumentando los niveles de contaminación desde los eslabones más bajos de la misma hasta los más altos, donde la concentración es mucho mayor debido a sus elevados requerimientos energéticos.

Fondos del Eria ennegrecidos por las cenizas 10 meses después del incendio de La Cabrera
La compactación del terreno tras un incendio forestal reduce la infiltración y aumenta la escorrentía superficial de los montes calcinados, arrastrando al río todo tipo de substancias contaminantes. Las cenizas reducen la cantidad de luz que penetra en las aguas, disminuyendo así la capacidad fotosintética de algas y limos, eslabón principal de la cadena trófica, y activos productores de oxígeno. De esta manera se limita la capacidad de oxigenación de las aguas y el alimento. El agua turbia por las cenizas y los compuestos químicos se convierte en un tóxico que termina afectando a toda forma de vida en el río.

La reducción de vida en sus aguas entristece el cauce del Eria
Además, las aguas contaminadas también se infiltran en el acuífero, provocando en éste daños irreversibles. 

En el vídeo realizado por Mari Castaño Santamaría se puden observar las consecuencias del último incendio que tuvo lugar en la zona de La Cabrera en el verano de 2017 que, con casi 10.000 ha calcinadas, es ya uno de los mayores desastres ecológicos que se recuerdan en nuestra región, junto con el de Castrocontrigo de 2012.